A pesar de que un ciudadano: marido, padre, hermano o hijo, pueda haber amado y respetado a una mujer, los hombres habían logrado un estatus legal superior. Sólo los hijos heredaban, si un hombre dejaba solamente herederas, algún pariente varón debía desposar a una de las hijas y supervisar la herencia.

En las clases superiores los hijos recibían mejor educación, y quizás mejor alimento que las hijas. Aunque no hay evidencia clara para el siglo V, se saba que en el siglo IV se practicaba el infanticidio femenino que aportaba medios para el control de la población. Las hijas no se valoraban y resultan caras de criar porque no producían y requerían de una dote para su matrimonio.

Era más frecuente que una pareja casada viviese con la familia del marido que con la de la mujer. Sólo los hombres tenían libertad sexual y poca era la que perdían cuando se casaban; las mujeres no tenían ninguna.
El cuerpo femenino, como objeto y centro de la actividad sexual, era un elemento que sólo debían entrar a formar parte de la mujer después del matrimonio. Antes de ese momento, el pensamiento griego exigía a ambos sexos el respeto hacia ese intangible e invisible cuerpo virginal: a la mujer protegiéndolo y ocultándolo y al hombre respetándolo y negándolo como si no existiese.

En sus Relatos Verídicos, Luciano nos habla de dos razas lunares compuestas únicamente por miembros de género masculino y con la capacidad de reproducirse entre ellos, sin necesidad de mujeres. Naciendo sólo de hombres, los selenitas de Luciano vuelven a la época anterior al castigo de Prometeo por parte de Zeus al enviar a Pandora a la tierra.
Nos encontramos de nuevo con el rechazo a la mujeres, el frustrado deseo por parte del hombre griego de no nacer de ellas, y la imposible y utópica reflexión con respecto a la bondad que supondría nacer de hombre, algo que sólo le está permitido a Zeus.

La única excepción destacable con respecto a las atribuciones y funciones del sexo femenino se produce en Esparta, donde la mujer gozaba de ciertas prerrogativas y privilegios. No obstante, estas prerrogativas se encontraban, en la mayoría de los casos, relacionadas con la función de la mujer como procreadora de ciudadanos. A la mujer espartana no sólo se le permite dedicarse a algunas actividades extradomésticas, sino que estas le eran recomendadas e incluso algunas se le obligaba a realizarlas, como era la práctica de ejercicios físicos que tenían como objetivo que las mujeres se encontrasen en óptimas condiciones para dar a luz hijos sanos y fuertes. Sin embargo, estos derechos de que gozaban las espartanas fueron entendidos ya por los propios griegos como una situación excepcional y que debía ser evitada.

Sometidas, envidiadas en su faceta de reproductoras y dadoras de vida, temidas, vistas como un mal que debilita al hombre, estos, son, en esencia, los sentimientos que la mujer griega, siempre incomprendida e infravalorada despertaba en los varones.
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2 comentarios:

On 22 de diciembre de 2008, 14:58 , anti-tidos dijo...

GRACIAS POR SER MI "PILAR" Y ESTAR A MI LADO

 
On 23 de diciembre de 2008, 12:02 , Atalanta dijo...

Gracias a ti por apoyarme en esta aventura