
La sociedad griega clásica, culta y racional, aquella que dio a luz a las grandes instituciones políticas, la que inventó la democracia, no creía en la libertad.
se trataba de una sociedad en la que existía la esclavitud, y en la cual las mujeres eran consideradas ciudadanos de segunda clase.
La vida de los hombres y mujeres griegas se desarrollaba en dos planos espaciales opuestos, dentro de los cuales cada uno desplegaba su actividad específica.
El del hombre era el mundo exterior, el de la vida pública, de la actividad política y de la guerra.
El plano de la mujer era el interior, el del hogar con sus tareas domésticas. Este sometimiento de la mujer griega se corresponde con el carácter patriarcal de la familia y de la sociedad helénica.
La dicotomía hombre-mujer responde a un tipo de pensamiento basado en la polaridad como mecanismo para comprender la realidad. El pensamiento arcaico dotaba de características propias y valores a cada uno de los miembros de este par para definirlos y al mismo tiempo establcer las diferencias que existen entre ambos. El sentido positivo recae siempre en el lado masculino.
Los valores morales griegos se han basado en una serie de concepciones de claro signo masculino, como la areté, que configuran el ideal del hombre, cuya actividad se concentra en el campo de batalla y en la vida pùblica, política. Estas cualidades aplicadas a la mujer ofrecen un resultado distinto: la areté de la mujer se manifiesta en su belleza, castidad, buen gobierno de la casa y fidelidad.
A través de las narraciones míticas descubrimos el motivo ideológico sobre el que se asentaba esta dominación masculina que produjo el sometimiento, dependencia e inferioridad en la que siempre se encontró la mujer en la sociedad helena: la mujer era peligrosa; desde el propio momento de la creación se la vio como un mal para el hombre. De ahí el desarrollo de la teoría sobre la inferioridad de la mujer en la generación y la primacía que se le otorgaba a la línea masculina en el parentesco.
Esta concepción se encuentra ya en el mito hesiódico de Pandora. La primera mujer fue ideada por Zeus como venganza contra Prometeo por el robo del fuego y el engaño del sacrificio, es una revancha divina que afecta a todo el género humano. De este modo, la mujer aparece como instrumento de ruptura entre hombres y dioses al introducir la sexualidad dentro del plano humano.
El hombre griego logró instaurar la justa soberanía del hombre sobre la mujer según el punto de vista de su propia ideología. Esto supone expulsar del ágora a la mujer, encerrarla en el hogar y dotarse de los medios que impidan que pueda rebasar ese límite espacial.
Por ello se la convirtió en vehículo de alianzas familiares a través de su papel de hija casadera, papel de esposa al que se encuentra destinada desde su nacimiento.
Para este fin se educa a la mujer, se le inculca la defensa de la virgindad y se la recluye en el hogar hasta el momento del matrimonio, cuando sale al exterior de su casa debe mostrar únicamente silencio y moderación.


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